domingo, 27 de abril de 2008
Grietas
De sábanas desordenadas quieres sacar golondrinas y que se eleven por el jardín cuando el aguacero es tan violento en nuestra piel.
Quieres arreglar las cortinas que el viento hace bailar sobre tu suave espalda, déjalas moverse, déjalas jugar contigo y que convierta la mañana áspera en sencilla historia del día.
El techo es blanco como lo veo, tan igual como lo ves tu, lleno de grietas que esconden ojos instigadores en medio de nuestras vidas, sus miradas son iguales a mis pesadillas vespertinas.
Siguen siendo grietas en mi corazón que renunciaba a los placeres de jugar una vez más, escapan, huyen estrepitosamente, ella me distrae y los acusa de huir, yo sólo veo la cortina internarse en su baja espalda y ella sólo los acusa y señala.
Ya estan lejos del yugo, como yo hoy día porque se hizo tarde, más tarde que ayer cuando levantaba el pie izquierdo y me despegaba de tu pierna. Porque hoy es una luz diferente que me cierra el conocimiento.
Perdonarás esto, lo que siento en este momento, perdona mi antipatía, mi rebeldía, pero hoy, nada.
Tus palabras, todas son tus palabras que quieres que sean las correctas, dentro de una habitación fría, donde la leche servida me mira con suspenso hitchcockniano y sólo me queda reírme de su rostro porque la odio, la esparzo por la mesa, el vaso es un sinnúmero de partículas pequeñas estrellándose en la pared, que caen al piso.
Ahora sólo hay manchas blancas, tan sólo eso.
Estas callada, tus correctísimas palabras enmudecieron por el sonoro ruido de una tetera cuya agua hervía y no te inmutabas ante ese vapor que calentaba la habitación y el frio seguía silbando.
No resistí mas, agarre un vaso nuevo y lo llené con agua pura, libre de tu silencio.
Cuando terminé de beber la última gota que me sabió al final, lo dejé en la ventana para que se llene con agua turbia, encantada por tu naturaleza.
Y me fui.
lunes, 11 de febrero de 2008
ii
Despierto en la orilla cubierto de niebla, cubierto de la sal de mis lágrimas.
El mar moja mi cara pegada a la arena.
Y consigo levantarme.
Regreso a esta soledad que tranquiliza, donde el viento es solo mío,
y no me importaría alzar mi vista, quedarme parado,
y dejar todo a la naturaleza.
Siento ráfagas de vida inundando mi cuerpo,
mientras todo parece detenerse.
Te juro que hago todo lo que puedo por ser feliz.
El día se acorta, mi vida se agota.
El último suspiro me espera, y ya pude saber que se siente,
el no despertar mañana.
Es extraño, es oscuro, es profundo, es pesado.
El mar moja mi cara pegada a la arena.
Y consigo levantarme.
Regreso a esta soledad que tranquiliza, donde el viento es solo mío,
y no me importaría alzar mi vista, quedarme parado,
y dejar todo a la naturaleza.
Siento ráfagas de vida inundando mi cuerpo,
mientras todo parece detenerse.
Te juro que hago todo lo que puedo por ser feliz.
El día se acorta, mi vida se agota.
El último suspiro me espera, y ya pude saber que se siente,
el no despertar mañana.
Es extraño, es oscuro, es profundo, es pesado.
sábado, 9 de febrero de 2008
i
Hoy comienza el viaje y tan solo veo la Luna derramando su luz sobre las copas de aquellos árboles.
El viento suave sabe silbar entre sus ramas, como agitar mi polo contra mi pecho.
El camino se hace largo, pero lo veo sin obstáculos, sin nada, como me gusta.
Todo en línea recta, perdiéndose en la noche, entre sombras, regresando a la luz amarilla y tenue, sin más, en oscuridad.
Enciendo el último cigarrillo para recordar.
Cierro los ojos y está tu sonrisa al amanecer, cuando no querias levantarte de la cama. Cuando estirabas tus brazos hacia el cielo y me mirabas.
Y con aquel beso de los buenos días me llenabas el día y mi corazón podía seguir latiendo.
Cierro los ojos y puedo recordar el olor de tu piel mezclándose con la última bocanada de este cigarrillo.
Siento que me estrello contra el pavimento pero no sufro, a pesar de todo.
Y quisiera repetir cada caída, hasta ahogarme de pena.
El viento suave sabe silbar entre sus ramas, como agitar mi polo contra mi pecho.
El camino se hace largo, pero lo veo sin obstáculos, sin nada, como me gusta.
Todo en línea recta, perdiéndose en la noche, entre sombras, regresando a la luz amarilla y tenue, sin más, en oscuridad.
Enciendo el último cigarrillo para recordar.
Cierro los ojos y está tu sonrisa al amanecer, cuando no querias levantarte de la cama. Cuando estirabas tus brazos hacia el cielo y me mirabas.
Y con aquel beso de los buenos días me llenabas el día y mi corazón podía seguir latiendo.
Cierro los ojos y puedo recordar el olor de tu piel mezclándose con la última bocanada de este cigarrillo.
Siento que me estrello contra el pavimento pero no sufro, a pesar de todo.
Y quisiera repetir cada caída, hasta ahogarme de pena.
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